La Plaza Lafinur de nuestra ciudad es muy especial, parte fundacional de la historia de Villa Mercedes, recibe su nombre en honor al ilustre escritor villamercedino Juan Crisóstomo Lafinur; a mí siempre me ha parecido que tiene una magia muy particular, sus árboles son de un color dorado tanto en invierno como en verano, en invierno por el tinte que dicha estación presta a sus hojas, pero en verano el color lo toma del reflejo del sol que -a determinadas horas del día- posado sobre el río V, se proyecta sobre esas altísimas copas, sus aves y sus bancos.
A pocas calles del centro administrativo y comercial, permite intimidad a quienes buscamos "esos" lugares para dar rienda suelta a nuestros pensamientos, a la contemplación de la gente que pasa y al atrevimiento de soñar. Por las mañanas la inhundan voces de niños y adolescentes que acuden a la escuela Benito Juárez (prócer mexicano, bien llamado Benemérito de las Américas); por la tarde, recobra su tranquilidad acompañada de madres que llevan a sus hijos a jugar, de adultos mayores que se deciden salir a pasear y por la cotidianidad de sus vecinos.
¿Ya les dije que era mágica? Si! Lo es! Tiene un aura especial ¡qué suerte que esté justo al frente de la Dante! Así mis pequeños pueden disfrutar de su añeja sabiduría, de su silencio y de -como les confesé hace poco- los cientos de duendes que habitan en ella. Ahí nos fuímos a leer, ahí sentaditos o tumbados de panza o trepando con libros y amigos, leímos, reímos, volamos...
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